Era un domingo a las 11 de la
noche, y Adrian estaba por ir a darle las buenas noches a su pequeña hija de 6
años. Se acercó a ella, le dio un besito de las buenas noches y la arropó. Sin
embargo, la niña lo miró con ojitos tristes y le preguntó:
Hija: "Papi, ¿todos los
hombres son malos?"
El padre, sorprendido ante
aquella duda de su pequeña, inmediatamente le respondió:
Adrian: "No, mi princesa,
¿por qué me preguntas eso?"
La pequeña suspiró y volvió a
preguntar:
Hija: "Papi, cuando sea
grande, ¿me voy a casar con un niño como tú?"
El padre, orgulloso, le dijo:
Adrian: "Si te casas con
alguien como yo, sería fantástico."
Sin embargo, la reacción de la
niña no fue la que su padre esperaba. Ella comenzó a llorar desconsoladamente y
le dijo:
Hija: "Papi, yo no me quiero
casar con alguien como tú."
El padre, sorprendido y algo
decepcionado, le preguntó:
Adrian: "¿Por qué dices eso,
hija?"
La pequeña le explicó:
Hija: "Es que tú siempre
gritas a mami, ya no la abrazas, ya no duermen juntos, siempre la haces llorar,
y yo no quiero eso. Mami ya no sonríe y está muy triste. Además, escuché que le
decía a la tía Adri que ya tú no le hablas porque solo usas el celular y estás
pendiente de tus amigos. Dijo también que no quería estar contigo porque le
estás rompiendo el corazón, y yo no quiero que alguien me rompa el corazón.
Papi, ¿el corazón cuando se rompe duele mucho?"
El padre la abrazó y le respondió
con cariño:
Adrian: "No, mi vida, nadie
te romperá el corazón. Yo no dejaré que eso pase."
Sin decir otra palabra, le dio
otro beso y salió de la habitación. Consternado por aquella situación, entró a
su habitación donde su esposa Victoria ya estaba dormida. Sin hacer mayor
ruido, se acostó a su lado y durmió.
Al día siguiente, Adrian levantó
a Victoria y con lágrimas en los ojos le pidió disculpas por todo lo que había
pasado entre ellos. Le prometió que sería el hombre del que su hija estaría
orgullosa y que desde ese día no volvería a tratarla mal. Victoria, sorprendida
por lo que estaba ocurriendo, lo abrazó y le dijo: "Te amo, solo quiero
ser feliz."
Desde aquel día, la vida para
ellos cambió, y todo se convirtió en alegría. Dos meses después, Adrian le
pidió matrimonio a Victoria y ella, muy feliz, aceptó. Durante su luna de miel,
Adrian le confesó un secreto que había guardado.
Adrian: "¿Recuerdas aquella
noche que volví a dormir en la cama contigo?"
Victoria asintió con la cabeza, y
él continuó:
Adrian: "Esa noche, nuestra
hija, Sakura, me habló en sueños y me hizo ver el daño que te estaba
haciendo."
Victoria, temblando y con
lágrimas en los ojos, le respondió: "Eso no es posible, Adrian. Sakura
nunca nació, nuestra bebé murió hace 7 años antes de nacer. No comprendo a qué
te refieres."
Adrian, con nostalgia, le contó
que esa noche soñó con su hija, que ya había crecido, y le explicó todo lo que
aquella niña le dijo. Fue entonces cuando entendió que estaba haciéndole daño
al amor de su vida. Supo que la energía de su pequeña hija siempre estaría con
ellos como un ángel de la guarda, protegiéndolos siempre.
El relato de Adrian nos recuerda
que el amor y el compromiso en una relación deben cuidarse día a día, y que las
personas que amamos pueden estar presentes en nuestro corazón de maneras
inesperadas y reconfortantes.
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